Una de las cosas que nos distinguen de otros seres vivos es el
lenguaje, desde que nacemos empezamos a escuchar la lengua (o las lenguas,
si los padres hablan diferentes idiomas) que nos va permitir comunicarnos y
expresarnos. Hasta aquí se trata de una cuestión de aprendizaje por imitación,
de esta manera la afectividad está íntimamente ligada con nuestras primeras
palabras.
En una segunda fase, comienzan a
aparecer por casa los primeros libros con imágenes, que amplían el mundo de los
pequeños y lo empiezan a nombrar: animales, letras, naturaleza... el lenguaje
se refuerza con muchas nuevas palabras. Y, hasta hace poco tiempo, después
aparecían los libros con historias e ilustraciones. Muy sencillas para lectores
incipientes y más elaboradas para los lectores más avanzados, pero no había
más. Ese era el proceso, y era bastante lineal y progresivo.
Actualmente, la cosa se ha complicado
un poco (todo depende de cómo se mire) y eso hace que el concepto de mediación
lectora haya aparecido con fuerza y se haya hecho necesaria. ¿Está el libro en
peligro? Supongo que debe ser como el caso de la narración oral: imagino que el
libro fue en su momento a la oralidad lo que ahora es el libro electrónico y
los medios audiovisuales al libro en papel. Y los narradores orales vuelven, y
con fuerza, porque son procesos distintos de aprender, aprehender, imaginar,
soñar, conocer otros mundos. Cualquier medio es bueno si nos permite ganar
experiencias, saborear la belleza del lenguaje y lo que representa.
La mediación lectora es un hecho
social, es un reto y además apasionante. Si se hace así, con ganas, con gusto,
el éxito de acercar y descubrir la lectura y la literatura a los niños está más
que asegurado. Y en mi opinión, cuanto más sentimiento y emoción pongamos en la
tarea, mejor será el resultado.
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