¿Tienen
los cuentos de hadas un lugar en el mundo infantil actual? O quizá la pregunta correcta
sería: ¿Qué lugar deberían tener? Hay quienes piensan que en la sociedad hiper
tecnológica que les ha tocado vivir a nuestros niños, los cuentos de hadas son
una anacronía. Sin embargo, entre otros muchos, hay un par de libros sobre el
tema que creo son interesantes a la hora de ayudarnos a conocer más sobre la función y
la necesidad de los cuentos para el buen desarrollo a lo largo de la etapa
infantil:
- El clásico de Bruno Bettleheim: “Psicología
de los cuentos de hadas”.
- Y, desde una óptica antroposófica: “La
sabiduría de los cuentos de hadas”, de Rudolf Steiner y otros.
Además,
una de las frases que más me gustan es la de Albert Einstein:
“Si quiere que sus
hijos sean brillantes, léales cuentos de hadas. Si quiere que sean aún más
brillantes, léales aún más cuentos de hadas”.
Y
¿Cuál es el origen de los cuentos? Pues el origen es incierto, lo único cierto
es que son fascinantes, complejos y que hunden sus raíces en una época en la
que la narración oral era la única manera de que niños y adultos tuvieran
acceso a la literatura y al saber. La oralidad era una manera de mantener vivo
un relato, los narradores siempre han sabido qué explicar y cómo explicarlo,
esto es materia larga merece una entrada aparte. Queda pendiente.
Como
muestra de todo lo dicho, tomemos el ejemplo del cuento de La Bella Durmiente y
sus diferentes versiones: la más conocida (muy simplificada y edulcorada) de
los Hnos. Grimm, la versión de Ch. Perrault y la de Gianbattista Basile en la
colección de cuentos de 1636 “Il Pentamerone”, donde el relato se llama Sol,
Luna y Talía y que Ana Mª Matute recrea en su libro “El verdadero final de
La Bella Durmiente” (Ed. Lumen, 2003).
Se
intuye que los cuentos de Perrault y los Hnos. Grimm tienen realmente unos
orígenes mucho más complejos, antiguos y misteriosos de lo que pensamos.
La
versión de Ch. Perrault data de 1697, está incluida en la recopilación “Cuentos
de mamá ganso”, y la colección de los Hnos. Grimm vio su primera publicación en
1812 y el cuento se llamaba “La espina de la rosa”. Es decir, entre la versión
de Ch. Perrault y la de los Hnos. Grimm median más de 150 años, y las
diferencias son notables.
Primero,
la versión de Perrault es mucho más cómica e irónica que la de los Hnos. Grimm,
suaviza la versión de Basile, donde la Bella durmiente (Talía) nació bajo la
amenaza de una planta llamada Cannabis sativa, no fue despertada por el
encuentro con el Príncipe, sino que éste al verla, tiene relaciones sexuales
con ella y se va sin más, ya que está casado con otra mujer que es una ogresa.
Talía
aún dormida da a luz gemelos a los 9 meses, niño y niña (Sol y Luna), y es el
niño el que al sacarle la estilla clavada en el dedo al succionarlo en busca de
su pecho, logra que se despierte de su largo sueño. El príncipe vuelve a ver a
Talía, y la encuentra ya despierta, pero al estar casado ha de volver con su
esposa “oficial” que se entera de su aventura cuando habla en sueños de sus
hijos y su amante.
La
venganza de la ogresa consiste en ordenar al cocinero que ase primero al niño y
después a la niña y los sirva en la cena para que su esposo se coma a sus
hijos. Después, quiere quemar a Talía por bruja ya que ha hechizado a su
marido, pero éste lo descubre y es la ogresa la que va a las llamas, y finalmente,
la pareja ya puede casarse de manera oficial.
La
versión de Perrault ya habla de hadas (7 buenas más la mala) y la ogresa no es
la esposa del príncipe, sino su madre, la Reina. El príncipe teme a su madre y
no le explica el amor a la Bella Durmiente y que ha tenido dos hijos con ella
ya que sabe que le gusta la carne humana. Aquí el cocinero logra engañarla y
cocina animales pequeños en vez de a los niños. A todo esto el príncipe está
lejos en guerra con otros reinos. Y finalmente cuando están a punto de quemar a
La Bella Durmiente, llega el príncipe, ya rey, la salva y es su madre la que va
a la olla.
La
versión de los Hnos. Grimm está muy simplificada, carece de ironía, desaparecen
los elementos “oscuros”: las relaciones sexuales, los hijos, la ogresa, el
ocultamiento de Talía y los niños, la brujería, la comida de carne humana. Es
casi como un bonito mito, desprovisto de todo adorno, sobre el cambio de las
estaciones del invierno a la primavera. Con los Hnos. Grimm desaparecen los
matices, las complejidades de la naturaleza, se infantiliza.
Las
versiones de Ch. Perrault y, sobre todo, de G. Basile tienen la impronta
todavía de la narración oral y de su frescura. Finalmente,
la recreación de Ana Mª Matute resulta ser muy tierna y recupera la ironía y
los matices cómicos, es una lectura preciosa.